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Los alumnos deben saber lo mismo, a pesar de que de
adultos no se dedicarán a lo mismo. Esto implica que el sistema educativo es un
sistema de exclusión social, no le preocupa el ser humano como individuo, sino
que lo selecciona y lo encasilla.
La enseñanza no se concebía en función del
aprendizaje, de una verdad abstracta, sino de un saber funcional que
respondiera a las necesidades de la sociedad civil y del Estado.
La escuela prusiana sigue siendo un modelo para las
escuelas de nuestros días: test estandarizados, división de edades, clases
obligatorias, currículos desvinculados de la realidad, el sistema de
calificaciones, las presiones sobre los maestros y niños, el sistema de premios
y castigos, los horarios estrictos, el encierro, la separación de la comunidad,
la estructura jerarquizada. Todo esto forma parte de las escuelas del S.XXI.
A finales del S.XIX, surgió una corriente que se
enfrentaba a todo esto, una corriente que pretendía sanar las carencias de la
escuela tradicional, dando nuevos roles a los diferentes participantes del
proceso educativo, una alternativa que abogaba por la comprensión de las
necesidades de la infancia: LA ESCUELA NUEVA.
La escuela nueva, propuso cambios significativos,
el niño se convertía en el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje
(paidocentrismo), mientras que el profesor, se convertía en un dinamizador del
aula, pasando a estar al servicio de los intereses y necesidades de los
alumnos.
Paralelo a este movimiento, en EE.UU aparece la
ESCUELA PROGRESITA, abanderada por John Dewey, en contra de la escuela
tradicional americana que se basaba en principios educativos que priorizaban la
figura del profesor. Procurando garantizar al niño la posibilidad de vivir una
infancia feliz, siendo el mismo niño, el propio principio de partida para la
educación.
La relación profesor – alumno sufre una gran
transformación, la tiranía, es sustituida por una relación de afecto y
confianza. Introducen cambios sustanciales en la metodología, con actividades
que propician el desarrollo de la imaginación, la creatividad y la iniciativa.
Se tienen en cuenta las características propias de cada alumno, se propone la
individualización de la enseñanza.
Teniendo en cuenta la dignidad del individuo se
procura preparar futuros ciudadanos.
Como parte de todo este movimiento, encontramos a
María Montessori, que hace su gran aportación desarrollando el Método de la
Pedagogía Científica.
Nacimiento de la Pedagogía Montessori.
Os he hablado de la aparición de una corriente surgida a finales del S.XIX, La Escuela Nueva.
La Escuela nueva, fue considerada un movimiento
pedagógico con claro acento político y carácter progresista.
Se puede interpretar este concepto desde dos puntos
de vista diferentes, uno más estricto que lo reduciría a un movimiento
concreto, dentro de la gran corriente innovadora y otro más amplio, que
abarcaría todo lo que con alguna novedad y originalidad se lleva a cabo hoy en
día en educación.
Se tratará la Escuela Nueva
como tal, en su sentido más estricto. Concretamente en la época en la que dicho
término adquirió su carácter de vanguardia polémica en el S.XIX
Su propuesta de centros con innovaciones, pronto se
expandió internacionalmente, creando comunidades escolares cuyos principios se
basaban en la actividad, vitalidad, libertad, individualización, socialización,
creatividad e intuición.
Merece destacar la figura de Adolph Ferriere,
principal responsable de la creación del “Comité internacional de las escuelas
nuevas”, cuya finalidad, era establecer una cooperación entre los educadores
que pertenecían a la misma, a través de congresos, programaciones y revistas.
Educadores ilustres de la época participaron en
ella activamente, conscientes de los problemas sociales y la necesidad de la
transformación: Cousinet, Claparède, Dewey, Piaget, Sensat y Montessori, etc.
Comprometidos con la renovación pedagógica,
propusieron conceptos revolucionarios (no hay que olvidar el contexto de
entreguerras, marcado por el nacionalismo e industrialismo de la época) tales
como: libertad, interés, espontaneidad, creatividad, experimentación,
descubrimiento, expresión, autonomía y colectividad. Una propuesta de auténtica
transformación social.
Ahora bien, os he comentado que la Escuela Prusiana
sigue siendo modelo para las escuelas vigentes ¿Por qué no empezar de nuevo?